miércoles, 12 de mayo de 2010

EDUCACION EN VALORES PARA LA TECNOLOGIA


Autor: José R. Lezama Q.
Centro de Estudios Religiosos


Según nuestro parecer, hay al menos dos maneras de establecer alguna relación entre la educación en valores y la tecnología. La primera, la de una tecnología que ayude o colabore, con sus herramientas y procedimientos, en la educación en valores. La segunda, siguiendo un camino contrario (y no por eso negativo), una educación en valores que anime el desarrollo de la tecnología. Mejor dicho, que coadyuve en el desarrollo, con valores, de la tecnología.
No afirmamos que no existan más maneras de relacionar tecnología y educación en valores, pero lo que me interesa es destacar, por ahora, sólo ésas. La primera, en un sentido estricto, es dominio de la tecnología educativa. Dicha tecnología, según sus aplicaciones, buscaría los mecanismos para transmitir los valores haciendo uso, por ejemplo, de plataformas audiovisuales, de estrategias comunicativas, de softwares, etc. La segunda, o sea, la de una educación en valores que impulse el desarrollo adecuado de la tecnología es dominio, sensu stricto, de la ética y de la educación.Como es de esperar para esta ocasión, me referiré a ésta última. Es nuestra opinión, que una bien concebida educación tecnológica fundada en valores puede ser el más estupendo instrumento para avanzar en la consecución de una tecnología responsable. Igualmente, esa bien concebida “educación tecnológica en valores”, por llamarla de algún modo, podría ser también el instrumento para una adecuada asimilación de la tecnología en países, como el nuestro, donde no tanto la desarrollamos, sino que la importamos y consumimos ávidamente, incluso más todavía que los países llamados desarrollados. Para poder afirmar lo anterior he necesitado basarme previamente en una premisa que ha debido quedar sobreentendida: y es que la tecnología y los valores o la ética guardan algún tipo de relación. Sobre ese tema es que debería primero hablar; pues, sin admitir dicho supuesto, se hace difícil, cuando no imposible, suscribir lo que anteriormente he afirmado.
Hace años, muchos en realidad, era frecuente admitir que la tecnología y no tanto ésta sino su madre (¡y al mismo tiempo hermana!), la ciencia natural, eran islas morales. La opinión más extendida era que la ciencia, y por consiguiente la tecnología, estaban más allá del bien y del mal, que eran valores en sí mismas y que como búsqueda y aplicación de “la verdad” eran empresas sublimes, las más altas de la humanidad.La cosa hoy, sin embargo, ha trocado considerablemente aun cuando la búsqueda del conocimiento científico y su aplicación en la tecnología sigue siendo una de las tareas más importantes del hombre, laimpresión de que no se encuentran aisladas de los valores, de la moralidad, de que no son islas morales, es cada vez más fuerte... y con razón. La ciencia y la tecnología son sistemas intencionales de acción. Son acción y como tales son susceptibles de evaluación moral. La ciencia y la tecnología se desarrollan según valoraciones. Tras el impulso de la empresa tecnológica se encuentran valores. El progreso, por ejemplo, es el valor enarbolado mayormente cuando se trata del desarrollo tecnológico. Podemos decir que hoy el progreso es un “valor tecnológico”. La tecnología no se encuentra desvinculada “nunca” ni de intereses ni de pasiones o valores. No existe, al menos hoy, una suerte de ciencia por la ciencia misma o una tecnología por la tecnología misma (es posible que ésta última nunca haya existido). Tanto la ciencia como la tecnología constituyen un organismo dinámico en el que confluyen determinadas prácticas, acciones e, incluso, instituciones, que buscan el logro de determinados fines, apetecidos por intereses, deseos y valores también determinados. La tecnología, como es no neutral valorativamente, puede ser loada o condenada dependiendo de los fines que se pretendan lograr mediante su aplicación, los resultados que de hecho producen (sus consecuencias) y el tratamiento que den a las “personas” como agentes morales (sobre todo cuando sólo son usadas como medios y no como fines en sí mismas).
Las actuaciones de una determinada tecnología puede generar diversas cosas, por ejemplo, aparatos, sucesos, modificaciones a un sistema preestablecido, etc. A tales resultados los podemos calificar, sin mayores inconvenientes, de artefactos, es decir, “arte-factus”, “hecho con arte”, “hecho con técnica”. O, utilizando una licencia metafísica, de “entes no naturales”, “seres artificiales”. Los aparatos son artefactos, a los sucesos y modificaciones de sistemas naturales preestablecidos también los podemos llamar propiamente artefactos, así como a los efectos de la operación de un sistema tecnológico y sus . Pese a esto, y en contra de la opinión, muy común, de que la tecnología es sólo unconglomerado de artefactos y técnicas, podemos decir que ella no es sólo eso aunque aquéllos resulten necesarios e importantes para ésta.
Después de lo que hemos venido diciendo podemos comprender mejor por qué la ciencia y la
tecnología no pueden ser reducidas solamente al uso que es dable hacer de conocimientos y artefactos, tampoco la ciencia y la tecnología pueden ser reducidas a las consecuencias de la aplicación de alguna técnica específica. Si los sistemas mediante los cuales es “producido” el conocimiento, así como los sistemas técnicos mediante los cuales ese conocimiento es aplicado (en la creación de artefactos) resultan ser intencionales, entonces aparecen necesariamente problemas éticos en torno a las intenciones de los agentes, los fines que son perseguidos y que fijan los hitos de la investigación, los valores, deseos y pasiones que están presupuestos y los resultados, ora intencionales o no. Una vez que es reconocida la no neutralidad valorativa de la tecnología es preciso averiguar desde dónde puede ella ser desarrollada adecuadamente, lo que quiere decir, con buenos fines, o sea, éticamente. Ese “desde dónde” no puede ser otra cosa que el emplazamiento que ofrece la educación. Sin duda, una de las mayores oportunidades que la llamada “educación en valores” tiene para ponerse en práctica se brinda en la formación para la tecnología. Incluso desde la escuela, pensamos, y no sólo en las universidades o institutos tecnológicos, puede fomentarse una mentalidad que impulse la tecnología y la ciencia a través
de valores como por ejemplo: la responsabilidad.
Es incuestionable, sobre todo ahora en este momento de cambios vertiginosos en el mundo, la necesidad y la importancia de sensibilizar a los niños y adolescentes (y por qué no a los adultos) ante los efectos tanto positivos como negativos que ha suscitado y suscita el ingente desarrollo de las tecnologías sobre los hombres y sobre el medio ambiente. En su crecer impresionante, en su efecto de bola de nieve, las distintas tecnologías, así como han descubierto la solución a muchas cuitas de la humanidad, también hacreado otras situaciones novedosas, cuyo futuro se avizora oscuro en la opinión pesimista de muchos.Por los medios de comunicación conocemos de desastres que ocurren naturalmente. Sin embargo también nos enteramos de otras malaventuras que han ocurrido o que se van desarrollando como consecuencia de la intervención humana, artificial, en la naturaleza. El caso, por ejemplo, de nuestra responsabilidad en el deterioro de la capa de ozono es sólo una muestra de ellas. Nuestro abuso de los aerosoles, junto al desconocimiento, sólo recientemente despejado en cuanto a lo dañino de algunos de sus componentes químicos, influyó considerablemente en el debilitamiento de la capa de ozono, que solamente se pudo contrarrestar sensibilizando al mundo entero sobre el peligro que

todos correríamos de seguir así la situación. En efecto, gracias a una campaña de información, que surgió como imperativo ético insoslayable de parte de los científicos involucrados en el estudio de elementos químicos relacionados con los aerosoles, fue que se planteó la necesidad de suprimirlos y buscar alternativas inofensivas para la atmósfera.
Ese caso nos reveló algo de lo que muchos no solemos percatarnos y es que, de haberse dado el
caso hipotético en que los científicos no hubieran actuado según sus valores, a lo mejor internalizados desde su infancia, en su hogar o en su formación profesional, la situación hoy sería lastimosa. Si ellos obedeciendo a otras razones, egoístas por ejemplo, no hubieran apelado al valor de la responsabilidad, o al de la solidaridad, quizá no estuviéramos esperando la recuperación de la capa de ozono para dentro de 50 años.
A diferencia de los desastres naturales, cuya responsabilidad no se puede adjudicar a nadie en particular, las calamidades que resultan de la intervención humana en la naturaleza, mediante el empleo irracional de la tecnología, son objetos de responsabilidad de los hombres y su posible previsión es el resultado de su valoración del mundo, de su valoración de la naturaleza y de la forma como valoran al resto de sus congéneres. Allí radica la importancia de una adecuada educación en valores que coadyuve en la formaciónde ciudadanos capaces de cuestionarse y de responder con criterio, y al final con ética a los retos que hoy nos plantea el desarrollo de las tecnologías frente a la atención que indudablemente merecemos nosotros y nuestro medio ambiente.
Debe quedar claro que con lo que he dicho no quiero condenar a la tecnología y menos a las ciencias naturales de donde aquélla brota. Eso sería algo antinatural, pues está en nuestra naturaleza el hacer uso de la tecnología. Cualquier antropología debe dar cuenta importante de nuestra faceta de hacedores de tecnología, de “homo faber”. Lo que propongo es que cuando se eduque para la tecnología se eduque también, al mismo tiempo, para la responsabilidad. La tecnología en sí misma no es ni buena ni mala, moralmente hablando. Buena o mala, en sentido moral, es la voluntad de sus usuarios y la voluntad puede ser educada desde temprano. Esa sería la forma de llevar adelante una tecnología proyectada con responsabilidad. La responsabilidad es, con todo, el valor fundamental, el más importante que tiene que ver con la tecnología. La responsabilidad no sólo por lo hecho, sino paradójicamente, por lo que todavía no se ha llevado a cabo. La responsabilidad, en definitiva, por el poder. La educación en valores que acompañe a la formación tecnológica que aquí proponemos debe ser una educación en valores que asuma también como tarea la concientización ecológica o ambiental. Debe ser una educación en valores ecológica para el impulso responsable de la tecnología. La “cuestión ecológica”, por llamarla de alguna manera, no era, hasta hace relativamente poco tiempo, objeto de preocupación que la creencia mayormente aceptada era que nosotros, los hombres, no modificábamos sustancialmente los procesos naturales. Lo que sí podíamos hacer era, por el contrario, tratar de conocerlos mejor.

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